jueves, 25 de marzo de 2010

4 años maravillosos

Hace exactamente 4 años, una sábana verde, de esas que usamos en sala de operaciones, no me dejaba ver lo que me estaban haciendo. Yo sólo podía ver hacia el techo, donde veía la scialítica (luz que se usa en sala de operaciones) y trataba de ver en ella el reflejo de mi doctor, que en ese momento, me hacía una cesárea. Mi parto se había adelantado, debido a una pre-eclampsia, y bueno, ahora me tocaba a mí estar tendida en la camilla de sala de operaciones.
Como no veía nada, me iba imaginando todos los pasos que debería estar siguiendo mi doctor. No me dolía nada, pero si sentía cómo el doctor realizaba las maniobras que terminarían por sacar a mi Sebastian de donde plácidamente había estado por los últimos 8 meses. Ya casi al final, el doctor y su asistente, hicieron presión y sentí una sensación cómo que algo salía de mí. Era el momento más tenso, yo escuchaba como el doctor hablaba "circular doble" (refierendose al cordón umbilical enrollado en el cuello) y yo sabía que mi bebé ya había salido. Me concentré al 100% pues quería escuchar su llanto, y muy quedito, escuché un llanto, casi imperceptible, parecía un gatito. Segundos después el llanto se escuchó más fuerte, y en ese momento me volvió la vida al cuerpo: había nacido mi niño. Sabía que el pediatra se lo llevaría primero a hacerle una revisión completa y yo trataba de escuchar a ver si decían algo, a ver si todo estaba ok. Y lloraba, las lágrimas me caían hacia las orejas (yo estaba echada), lloraba como estoy llorando ahora, de felicidad. Me había convertido en madre, de una criaturita tan hermosa, a la que me trajeron algunos minutos después y yo sólo pude darle un beso en la frente antes que se lo llevaran. Lo que siguió después no lo recuerdo mucho, sólo daba gracias a Dios porque todo había salido bien, porque el bebé estaba bien, porque era feliz.
Unas horas después, ya en mi cuarto, me lo trajeron. Tan chiquito, tan dormidito, tan frágil, tan hermoso. Lo amaba. Desde que era un frejolito latiendo en la primera ecografía. Lo amé. Y no puedo creer cómo una persona puede amar sin límites, sin esperar nada, absolutamente nada a cambio. Ese es el verdadero amor. Y ese amor es el que nos llena de felicidad.
Es increible ver que estos laaaaargos 4 años (que ahora me parecen tan cortos) mi pequeño bebé se haya transformado en un niño hermoso, inteligente, gracioso, cariñosisimo. Lo veo dormidito, como hace 4 años, pero enorme ahora, ya la cama no le queda grande. Lo veo dormido y en paz y le pido a Dios que me permita verlo crecer, sano y fuerte y sobre todo feliz. Lo veo dormido y quisiera nunca equivocarme como madre, quisera tomar las decisiones correctas, quisera tantas cosas para él, pues es lo primero en lo que pienso cada mañana al despertarme y lo último en que pienso antes de ir a dormir. Y lo que me despierta (a veces no más, mi hijito es lo máximo) mientras estoy durmiendo y me dice: "Mami, ven aquí conmigo".
¿Cómo negarme?

1 comentario:

  1. Como crecen nuestros hijos. Y pensar que un dia los tenemos tan chiquitos e indefensos y cuando menos nos damos cuenta ya son unos ninios preciosos.

    Feliz dia Sebas!!!

    ResponderEliminar

Este es un blog "buena onda". Sólo se aceptan comentarios sin "mala leche". Porque... nadie dejaría que a su casa metan basura ¿o si?