Y últimamente he pensado que mi vida se parece en algo a esos post. Está en borrador. Este post lo escribí en enero...pero nunca lo terminé. Hasta hoy.
Y es que, en realidad, no es que no tengamos tiempo. Sucede que lo usamos MUY MAL. Por ejemplo, a estas horas debería estar yo durmiendo. (Este post lo escribí a las 12 de la noche) Pero no, estoy aquí, frente a mi PC, escribiendo en mi blog, porque, no sé, de pronto me provocó escribir.
Y bueno, eso consume tiempo. Mañana a las 5:30am me despertará mi amiga para ir al Gym y yo no tendré excusa esta vez para no ir, así que me tendré que levantar aunque hoy me quede hasta un poco avanzada la hora.
He faltado muchos días al gym, debo admitir, pero en realidad me encanta dormir, que puedo hacer. Y aunque todos los días después del gym me siento de maravilla y juro y rejuro que no faltaré, al día siguiente caigo en la tentación y mi cama me atrapa y no me deja salir.
Pero prometo ser más constante y prometo retormar la dieta que alguna vez empecé y que todos los días retomo y vuelvo a dejar. Qué barbaridad!. Veo a chicas flaquísimas, y digo, caramba, ¿cómo hacen?. Yo creo que nunca seré flaca flaca, pero si quisiera bajar unos kilos al menos. (Dejé de ir al Gym desde enero por muchas razones, pero la principal fue por PEREZA. Qué mal!)
La vida te va enseñando muchas cosas, y a veces te gustaría retroceder el tiempo para hacer algo que dejaste de hacer o para no hacer algo que hiciste. No me arrepiento de las decisiones tomadas, pero creo que algunas muchas cosas pude haber hecho mejor. Varias veces metí la pata, varias veces me engañaron o me dejé engañar. Una puede hacerlo mejor, pero muchas veces se deja a la deriva. Y es que yo vivo cansada. Entre mi trabajo part time y mi enano y las responsabilidades del hogar, no doy más. Tal vez me falte alguna vitamina o quizas una ampolla de desahuevina. Creo que me estoy apagando poco a poco y a veces siento que no tengo fuerzas para volverme a prender. (Yo creo que es que los años no pasan en vano)
Lo que más quisiera en esta vida es que mi hijo no salga con los mismas taras que yo. Y es que yo soy media antisocial, un poco rara quizas. Me gusta hacer amigos, pero soy muy tímida, arrochada para entablar una conversación y muchas veces doy una apariencia de arrogancia total, cuando la verdad es que me muero de roche. No me gusta saludar a todo el mundo con besito, porque no a todos considero merecedores de mis besos (qui buinaa). O sea, si eres mi amiga/o y te conozco bien, si te saludo con besito, pero si te conozco recién o no sé, aun no entramos en confianza, eso de darte un besito de compromiso no va conmigo. No pues, no puedo fingir un cariño que no te tengo. A veces también me gusta estar sola pero otras veces me muero si no hablo con nadie. Tal vez tenga doble personalidad y aún no me doy cuenta.
Quienes me conoces probablemente dirán que no me va mal, que tengo un buen trabajo (antes tenía 2 pero es otra historia), que promete, que tengo un futuro (o sea dónde caerme muerta), que aunque pequeño, tengo un lugar dónde vivir, que tengo una familia linda, que soy joven (?), y que tengo salud. Pero hay algo que no me termina de convencer. Algo no salio como lo tenía planeado. O al menos esa sensación me da.
Hace mucho, mucho tiempo, cuando era yo una pequeñita y la menor de 4 hermanos, a mi mami, por alguna razón, se le "olvidó" meterme al nido a principio de año. Entonces entré como a medio año. Yo llegué al nido José Olaya, contenta, y recuerdo (como pocas cosas que recuerdo de mi infancia) que al conocerlo yo vi un salón que me encantaba (el naranja) y ¡me pusieron ahí!. Estaba siendo feliz y de pronto, al final del día me indicaron mi cambio de salón. Al rojo. Lo odié desde el primer momento, aunque todos decían que era el mejor. Dizque me pusieron ahí porque yo estaba "muy adelantada" para el salón naranja. Ni modo. Al final del año, me entregaron mi diploma de "primer puesto" (WTF???). Todos felices.
Entré a primer grado y yo ya sabía leer, porque mis hermanos mayores sin querer queriendo me habían enseñado. Recuerdo que en primer grado gané un concurso de no se qué, y el premio fue un libro de cuentos. Creo que muy pocas sabíamos leer, recuerdo que un grupo de niñas se sentaba alrededor mio para que yo les leyera el cuento. Dicho sea de paso yo me aburria horrores cuando la clase empezaba a aprender a leer, porque yo ya sabía eso.
No tengo muchos recuerdos de mi infancia, quizás existe alguna razón coherente, pero no lo recuerdo. Sólo recuerdo que en 5to grado de primaria gané un concurso de ortografía (incluso gané a las de 6to grado), quizás porque mi papá nos levantaba a las 6 de la mañana y nos dictaba palabras y la que no escribieramos bien, había que repetirla N veces. Gané el concurso y fui calificada a competir con otros colegios. Lamentablemente de ahí no pasó el triunfo, porque un día antes de la competición, una mala tía mía, a quien odio desde entonces, me "aconsejó" que escribiera todas las palabras con mayúsculas (y yo pavasa le creí).
En 6to grado de primaria, en la clausura, salí en primer puesto. A nadie le parecía extraño, puesto que todos los años se había venido repitiendo la misma historia. Además mi hermana mayor, también había sacado el primer puesto siempre. Así que venía de familia. En primaria creo (al menos antes) que las exigencias no eran muy fuertes, así que el colegio resultaba demasiado fácil para mí.
Luego llegó la secundaria. Y a decir verdad me siguió pareciendo fácil. El primer bimestre del 1er año de secundaria, salí, como siempre, en primer lugar. Pero en el segundo bimestre sucedió algo que me hizo reflexionar mucho. Yo le había prestado mi cuaderno de educación cívica a una compañera de mi salón porque había faltado. Y mi compañerita no me trajo mi cuaderno al día siguiente. Y ese día hicieron revisión de cuadernos. Y la miss, que no me conocía ni tampoco conocía a mi hermana, obviamente pensó que yo le decía que lo había prestado porque probablemente no había hecho las tareas o qué se yo. El hecho está que por no presentar ese bendito cuaderno, me puso 13 en Cívica. 13. Yo JAMAS había sacado un 13. Todas mis notas eran por encima de 15 (tenía 15 en algunos bimestres de educación física porque obviamente no nací dotada para los deportes). Esa nota hizo que en ese bimestre yo no saliera primer puesto. Salí en 6t0 puesto, lo cual para mí no pasaba de una "anécdota". Pero por alguna razón, yo no recuerdo cómo ni quien se los contó, mi famila, sobretodo algunas tías, me preguntaron contrariadísimas, por qué no había obtenido el primer lugar. ¿Qué pasó?, me decían. No había pasado nada, es más, por qué tenían que meterse en eso? Acaso era taaan importante?? No me habían jalado de año ni tenía que llevar algún curso. Simplemente no había salido la número 1.
Me llegó. Me llegó altamente que yo tuviera, a mi corta edad, estar preocupandome de algo tan banal como si salí primera o segunda. Ni hablar, le dije a mi padre, no pienso salir en primer lugar. No voy a hacer absolutamente nada para que eso suceda, asi que no esperes que me den premio de excelencia (que si le habían dado a mi hermana).
Y eso hice. Jamás estuve preocupada por las notas que sacaba, jamás fui una chancona (tenía una compañera que LLORABA cuando no se sacaba la nota más alta y que se mataba estudiando y estudiando y ni aún así). Yo no. Debo decir que en aquellos tiempos tenía una super memoria y una habilidad casi extraordinaria para armar una exposición en 5 minutos. Las chicas que me conocen de aquellas épocas pueden dar fe de que así era. Nunca me jalaron en nada. Mi único jalado fue un 07 en mecanografía porque me tocó una máquina de escribir que no funcionaba la s. Fue la única vez. Me llegaba hasta cierto punto ser la "diferente" del grupo, puesto que mientras todas sumaban puntos a ver cuánto tenñian que sacarse en el examen para no dar susti, yo había ya aprobado el año en el 3er bimestre. Así era yo.
Al final, resumiendo, sali en el 3er puesto de toda la promoción, (mi amiga la chancona creo que salió primera o segunda no recuerdo), 1er puesto de mi salón, y la verdad que eso no te sirve de nada después.
En la universidad (se me ocurrió estudiar medicina) las cosas fueron parecidas. Ingresé por la pre, a la primera (a la USMP) y desde el primer año destaqué. No era chancona pero me gustaba leer (en esas épocas retenía todo lo que leía) y confrontaba lo que me decían con los libros. Me gané algunos apodos en la universidad por esa razón, uno de ellos fue "nº 1".
Mis primeros años me encantaron y estudiaba bastante sin ser una chancona empedernida. Me fue bien, y al final de la carrera salí (nuevamente) en el primer puesto, y al dar mi examen de grado (a pesar de que yo decía que lo había dado mal y que no sabía nada de nada), saqué la nota más alta.
Al postular a la residencia, también sucedió lo mismo. La nota más alta en el examen fue la mía. Conclusión: soy buena dando exámenes. Aunque ser la número uno o dos o tres o veinte no marca una diferencia.
¿A qué viene todo este recuento sin sentido alguno? A que a pesar de que no me esforzaba demasiado en serlo, siempre obtenía los mejores puestos, notas altas y sin mucho esfuerzo (supongo que era inteligente). Pero el lado malo del asunto es que no aprendí a manejar un fracaso. Porque todo en mi vida habían sido éxitos. Y yo nunca había experimentado ningún fracaso académico. Y eso, aunque no lo crean, cuesta aprender de grande.
Me dice mi familia que yo soy medio perfeccionista. Yo no creo que sea así pero eso me han dicho. Cuando yo opero a alguien y no me queda absolutamente 100% excelente, me deprimo. Siento que soy un fracaso, que mi vida no tiene sentido. Me siento realmente mal. Claro que después, al día siguiente, me doy cuenta de que no es así, de que la cirugía salió bien, que el paciente evoluciona muy bien y que todos contentos. Pero eso me sucede. Y me raya. Y me revienta ser así.
Ahora que tomé una decisión muy personal, de dejar uno de mis trabajos y dedicarme un poco más de tiempo a mi hijo, sé que estoy sacrificando gran parte de mi desarrollo profesional. Definitivamente no es lo mismo pasarte toooodo el día operando y no tener que preocuparte de llegar a una hora específica para bañar a tu hijo o para que al menos te vea antes de que se duerma. No es lo mismo y eso es algo que a mí a veces me da pena. Pero por otro lado, no es lo mismo, ver como crece tu hijo y perderte tantos momentos lindos porque estás creciendo profesionalmente. Creo que es un balance muy difícil de hacer y en mi caso creo que yo he tirado mi balanza definitivamente hacia mi lado de madre. Y también de esposa, porque la gran mayoria de mujeres exitosas profesionalmente no lo son en su vida familiar. Debe ser imposible lllevar ambas cosas (trabajo y familia) super bien equilibradas, aunque algunas si pueden hacerlo porque son más organizadas quizás. En mi caso, yo sé que he "perdido" profesionalmente pero creo que he ganado más. Madre es madre. No hay duda.
¿Y esto qué tiene que ver? La verdad, es que a veces me pregunto ¿por qué muchas personas, muchos padres, quieren a toda costa que sus hijos sean casi genios? No me considero una genio, pero si creo haber sido bastante inteligente en mis años mozos (el Alzheimer temprano que padezco ya ha acabado con mi IQ). Veo muchas amigas con niños pequeños, que matriculan en todo a sus hijos, y que les enseñan a leer a sus niños de 2 años y que aprendan inglés, alemán, francés y mueren de la emoción si sus hijos nadan y bucean al mes de nacidos. Obviamente todos los padres nos sentimos orgullosisimos de nuestros hijos y sus pequeños logros. O sea, mi hijo tiene 5 años y yo muero de la emoción cuando lo veo que avanza a su ritmo en su clase de natación (pero avanza!). Y cuando ¡por fin! pudo pronunciar la "s" casi me da infarto. Pero esos son logros que todos tienen a diferentes etapas de sus vidas, y todos nos sentimos orgullosos de ellos. Pero hay madres y padres que ya rayan con lo patológico. Todo lo que hacen sus crios es fenomenal. Y si caminó antes que el vecino o si habló antes que el primo, ya son casi genios. Y cuando conversas con ellos (con esos padres), toda la conversación gira en torno a "mi hijo ya sabe leer/caminar/ montar bicicleta" y "recién va a cumplir 1 añito!" y "la profesora me ha dicho que está suuuuper adelantado", y frases similares. Creo a veces que esos padres sueñan con que sus hijos sean casi genios y se sentirían felices si ingresan a la universidad a los 10 años.
Contrariamente a lo que algunos piensen, yo ni busco algo así ni tampoco me gustaría. Yo quiero que mi hijo sea normal. No me gustaría que sea un vago ni que tuviera problemas de aprendizaje. pero no quisiera un genio ni un primer puesto. Que sea un niño normal, que lo jalen alguna vez, que tenga que dar sustis o que al menos se preocupe a fin de año de los exámenes finales. Que entienda que lo que importa es que seas responsable, que aprendas y no en qué número del ranking estás.
Al postular a la residencia, también sucedió lo mismo. La nota más alta en el examen fue la mía. Conclusión: soy buena dando exámenes. Aunque ser la número uno o dos o tres o veinte no marca una diferencia.
¿A qué viene todo este recuento sin sentido alguno? A que a pesar de que no me esforzaba demasiado en serlo, siempre obtenía los mejores puestos, notas altas y sin mucho esfuerzo (supongo que era inteligente). Pero el lado malo del asunto es que no aprendí a manejar un fracaso. Porque todo en mi vida habían sido éxitos. Y yo nunca había experimentado ningún fracaso académico. Y eso, aunque no lo crean, cuesta aprender de grande.
Me dice mi familia que yo soy medio perfeccionista. Yo no creo que sea así pero eso me han dicho. Cuando yo opero a alguien y no me queda absolutamente 100% excelente, me deprimo. Siento que soy un fracaso, que mi vida no tiene sentido. Me siento realmente mal. Claro que después, al día siguiente, me doy cuenta de que no es así, de que la cirugía salió bien, que el paciente evoluciona muy bien y que todos contentos. Pero eso me sucede. Y me raya. Y me revienta ser así.
Ahora que tomé una decisión muy personal, de dejar uno de mis trabajos y dedicarme un poco más de tiempo a mi hijo, sé que estoy sacrificando gran parte de mi desarrollo profesional. Definitivamente no es lo mismo pasarte toooodo el día operando y no tener que preocuparte de llegar a una hora específica para bañar a tu hijo o para que al menos te vea antes de que se duerma. No es lo mismo y eso es algo que a mí a veces me da pena. Pero por otro lado, no es lo mismo, ver como crece tu hijo y perderte tantos momentos lindos porque estás creciendo profesionalmente. Creo que es un balance muy difícil de hacer y en mi caso creo que yo he tirado mi balanza definitivamente hacia mi lado de madre. Y también de esposa, porque la gran mayoria de mujeres exitosas profesionalmente no lo son en su vida familiar. Debe ser imposible lllevar ambas cosas (trabajo y familia) super bien equilibradas, aunque algunas si pueden hacerlo porque son más organizadas quizás. En mi caso, yo sé que he "perdido" profesionalmente pero creo que he ganado más. Madre es madre. No hay duda.
¿Y esto qué tiene que ver? La verdad, es que a veces me pregunto ¿por qué muchas personas, muchos padres, quieren a toda costa que sus hijos sean casi genios? No me considero una genio, pero si creo haber sido bastante inteligente en mis años mozos (el Alzheimer temprano que padezco ya ha acabado con mi IQ). Veo muchas amigas con niños pequeños, que matriculan en todo a sus hijos, y que les enseñan a leer a sus niños de 2 años y que aprendan inglés, alemán, francés y mueren de la emoción si sus hijos nadan y bucean al mes de nacidos. Obviamente todos los padres nos sentimos orgullosisimos de nuestros hijos y sus pequeños logros. O sea, mi hijo tiene 5 años y yo muero de la emoción cuando lo veo que avanza a su ritmo en su clase de natación (pero avanza!). Y cuando ¡por fin! pudo pronunciar la "s" casi me da infarto. Pero esos son logros que todos tienen a diferentes etapas de sus vidas, y todos nos sentimos orgullosos de ellos. Pero hay madres y padres que ya rayan con lo patológico. Todo lo que hacen sus crios es fenomenal. Y si caminó antes que el vecino o si habló antes que el primo, ya son casi genios. Y cuando conversas con ellos (con esos padres), toda la conversación gira en torno a "mi hijo ya sabe leer/caminar/ montar bicicleta" y "recién va a cumplir 1 añito!" y "la profesora me ha dicho que está suuuuper adelantado", y frases similares. Creo a veces que esos padres sueñan con que sus hijos sean casi genios y se sentirían felices si ingresan a la universidad a los 10 años.
Contrariamente a lo que algunos piensen, yo ni busco algo así ni tampoco me gustaría. Yo quiero que mi hijo sea normal. No me gustaría que sea un vago ni que tuviera problemas de aprendizaje. pero no quisiera un genio ni un primer puesto. Que sea un niño normal, que lo jalen alguna vez, que tenga que dar sustis o que al menos se preocupe a fin de año de los exámenes finales. Que entienda que lo que importa es que seas responsable, que aprendas y no en qué número del ranking estás.
Ya ven, si me pagaran por escribir webadas, con este post sería multimillonaria.
Me gusta tu blog!!!
ResponderEliminarGracias!!
ResponderEliminarBrujis, vengo después de tiempo. Ando en algunas cosa y últimamente entro casi nada al reader.
ResponderEliminarMe lei toditito el post. Es verdad, una a veces tiene que poner en la balanza lo profesional o la familia y definitivamente tiramos mas para lo segundo sacrificando lo primero, mirame a mi, que de la noche a la mañana colgue el mouse y me volvi mama y ama de casa al 100%. Creo que nada nos va dar mas satisfacción que estar y crecer junto con nuestros hijos.
Te mando un beso!
Buen blog, me gusta mucho.
ResponderEliminarPásate por el mío cuando tengas tiempo, te sigo.
¡Abrazos!